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El lento crecimiento mundial exige políticas de apoyo

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Por Gita Gopinath

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En la actualización de julio de Perspectivas de la economía mundial revisamos a la baja nuestra proyección para el crecimiento mundial a 3,2% en 2019 y 3,5% en 2020. Se trata de revisiones moderadas de 0,1 puntos porcentuales en ambos años con respecto a las proyecciones de abril, pero que se suman a previas revisiones importantes a la baja. La revisión para 2019 se debe a sorpresas negativas en el crecimiento de economías de mercados emergentes y en desarrollo, que neutralizan las sorpresas positivas registradas en algunas economías avanzadas.

Se proyecta que el crecimiento se afiance entre 2019 y 2020. Sin embargo, cerca del 70% del aumento depende de que el crecimiento mejore en las economías de mercados emergentes y en desarrollo que están sometidas a tensiones, lo que implica un alto grado de incertidumbre.

 

El crecimiento mundial es lento y precario, pero no tiene por qué serlo ya que parte del daño es autoinfligido. El dinamismo de la economía mundial está entorpecido por una prolongada incertidumbre en torno a las políticas, debida a que persisten agudas tensiones comerciales pese a la reciente tregua entre Estados Unidos y China, a que han surgido tensiones que amenazan las cadenas mundiales de suministro de tecnología, y a que han aumentado las perspectivas de un brexit sin acuerdo.

Las consecuencias negativas de esta incertidumbre se ven claramente reflejadas en las tendencias divergentes del sector manufacturero y el de servicios, y en la notable debilidad del comercio mundial. Los índices de los gerentes de compras del sector manufacturero continúan descendiendo a la par del empeoramiento de la actitud de las empresas, las cuales están postergando las inversiones en vista de la fuerte incertidumbre. El crecimiento del comercio mundial, que se mueve casi al unísono con la inversión, se desaceleró significativamente a 0,5% (en cifras interanuales) en el primer trimestre de 2019, el ritmo más lento desde 2012. En cambio, el sector de los servicios se mantiene firme y el ánimo de los consumidores es sólido, gracias a que las tasas de desempleo están alcanzando niveles mínimos y a que en varios países los ingresos salariales están en aumento.

Las economías avanzadas —Estados Unidos, Japón, el Reino Unido y la zona del euro— crecieron más rápido de lo previsto en el primer trimestre de 2019. Pero algunos de los factores detrás de esta coyuntura —como la mayor acumulación de existencias— son transitorios, y es de prever que el ímpetu de crecimiento se debilité más adelante, sobre todo en los países que dependen de la demanda externa. Las revisiones al alza en el primer trimestre, sobre todo en el caso de Estados Unidos, nos permiten elevar ligeramente nuestra proyección para las economías avanzadas en 0,1 puntos porcentuales, es decir a 1,9% en 2019. Se proyecta que más adelante el crecimiento se desacelere a 1,7%, conforme se disipen los efectos del estímulo fiscal en Estados Unidos y a medida que el flojo aumento de la productividad y el envejecimiento de la población desmejoren las perspectivas a largo plazo para las economías avanzadas.

En las economías de mercados emergentes y en desarrollo, el crecimiento se revisa a la baja en 0,3 puntos porcentuales para 2019, a 4,1%; y en 0,1 puntos porcentuales para 2020, a 4,7%. Las revisiones a la baja para 2019 son prácticamente generalizadas en el caso de las principales economías, pero por distintas razones. En China, la leve revisión a la baja se debe, en parte, a los mayores aranceles impuestos por Estados Unidos en mayo, mientras que las revisiones más marcadas en India y Brasil obedecen a una demanda interna más floja de la previsto.

En el caso de los exportadores de materias primas, las perturbaciones en la oferta, como en Rusia y Chile, y las sanciones impuestas a Irán, han provocado revisiones a la baja a pesar del repunte a corto plazo de los precios del petróleo. La recuperación del crecimiento proyectada para 2019 y 2020 en las economías de mercados emergentes y en desarrollo depende de que los resultados de crecimiento mejoren en las economías que están soportando tensiones, como Argentina, Turquía, Irán y Venezuela, lo cual introduce un grado significativo de incertidumbre.

Las condiciones financieras en Estados Unidos y la zona del euro se han tornado aun más favorables, conforme la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo han adoptado una política monetaria con una orientación más acomodaticia. Las economías de mercados emergentes y en desarrollo se han beneficiado de la distensión monetaria en las principales economías, pero también han debido hacer frente a una actitud volátil con respecto al riesgo provocada por las tensiones comerciales. En términos netos, las condiciones financieras para este grupo son más o menos los mismas que las observadas en abril. Los países en desarrollo de bajo ingreso que antes recibían principalmente flujos estables de inversión extranjera directa ahora reciben flujos de inversión de cartera bastante volátiles, ya que la búsqueda de rendimientos en un entorno de tasas de interés bajas se está desplazando a los mercados de frontera, o preemergentes.

Mayores riesgos a la baja

Un importante riesgo a la baja para las perspectivas sigue siendo una escalada de las tensiones comerciales y tecnológicas que puede trastornar considerablemente las cadenas mundiales de suministro. El efecto combinado de los aranceles impuestos el año pasado y los posibles aranceles contemplados en mayo entre Estados Unidos y China podría reducir el nivel del PIB mundial de 2020 en un 0,5%. Además, un empeoramiento imprevisto y duradero de la actitud en el sector financiero puede dejar al descubierto vulnerabilidades financieras acumuladas durante años de tasas de interés bajas, en tanto que las presiones desinflacionarias pueden generar dificultades de servicio de la deuda para los prestatarios. Otros riesgos importantes son una desaceleración sorpresiva en China, la falta de una recuperación en la zona del euro, un brexit sin acuerdo y una agudización de las tensiones geopolíticas.

Con un crecimiento mundial moderado y el predominio de los riesgos a la baja sobre las perspectivas, la economía mundial sigue estando en una coyuntura delicada. Por lo tanto, es esencial no recurrir a los aranceles para influir en los saldos comerciales bilaterales ni valerse de ellos como un instrumento de uso general para abordar desacuerdos internacionales. A fin de ayudar a resolver los conflictos, hay que fortalecer el sistema de comercio multilateral basado en reglas, y modernizarlo para que contemple cuestiones como los servicios digitales, los subsidios y la transferencia de tecnología.

Políticas en pro del crecimiento

La política monetaria debe seguir siendo acomodaticia, sobre todo en los casos en que la inflación está descendiendo más allá de los niveles fijados como meta. Pero esta estrategia debe ir acompañada de medidas comerciales sólidas que eleven las perspectivas y mitiguen los riesgos a la baja. Al estar las tasas de interés en niveles persistentemente bajos, las herramientas macroprudenciales deben ser utilizadas para impedir la acumulación de riesgos financieros.

La política fiscal debe equilibrar los objetivos de crecimiento, equidad y sostenibilidad, lo que incluye la tarea de proteger a los más miembros más vulnerables de la sociedad. Los países que cuenten con espacio fiscal deben invertir en infraestructura física y social para elevar el crecimiento potencial. En el caso de una desaceleración marcada, la distensión monetaria debe ir acompañada de un movimiento sincronizado hacia políticas fiscales más acomodaticias, teniendo en cuenta las circunstancias específicas de cada país.

Por último, la cooperación más estrecha entre los países es ahora una necesidad más urgente que nunca. Además de resolver las tensiones en los ámbitos comercial y de la tecnología, los países tienen que mancomunar esfuerzos para abordar otras cuestiones de importancia, como el cambio climático, la tributación internacional, la corrupción, la ciberseguridad y las oportunidades y los desafíos que presentan las nuevas tecnologías emergentes de pagos digitales.